¿Eres bibliófila/o, y no lo sabías?

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locos por los libros

¿Qué es la bibliofilia? ¿Desde cuándo existe? ¿Si leo a la par varios libros, me puedo definir como bibliófilo/a?

Estas son las preguntas que nos viene a la pregunta cuando escuchamos bibliófilos. Estos se suelen definir como las personas amantes de los libros, de su coleccionismo, los expertos en encontrar las primeras ediciones de una obra, de conocer el color del tejuelo de cada uno de sus libros en las librerías y un largo etcétera. Se podría decir que casi desde que en Occidente se desarrolló la imprenta (1440-1450 aproximadamente), el amor por la colección de los libros estaba presente. Incluso tiempos anteriores cuando para realizar un libro se pasaba de mano en mano, principalmente por manos religiosas.

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Los escritos de la cartera de Luisa Carnés. Memorias y cuentos

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“Este sencillo hecho me convirtió en la refugiada número 31.”

Luisa Carnés, De Barcelona a la Bretaña francesa [Memorias], p. 225.

Luisa Carnés fue una de las autoras más nombradas del año 2017, ya que fueron varias las editoriales que rescataron sus escritos. Estamos hablando más concretamente de los libros De Barcelona a la Bretaña francesa [Memorias], Sevilla, Renacimiento, 2017 y Trece cuentos (1931-1963), Madrid, Hoja de Lata, 2017.

Hay muchas razones por las que Luisa ha saltado a la fama en pleno siglo XXI, tras muchos años de su olvido. Principalmente, es una autora con cierta relevancia en la época en que vivió, sobre todo en los años 1920-30. Destacó ya que no era común ver nombres de mujeres firmando en periódicos o revistas de prensa diaria, pero tampoco era común la rubrica de estas en libros, como Tea Rooms. Mujeres obreras que reseñé aquí.

Los libros sobre los que escribiré a continuación son de dos estilos diferentes, uno recoge cuentos, mientras que el otro se ha formado como unas memorias de un forzado exilio. A pesar de este hecho, hay varios elementos comunes que se recogerán en las líneas que siguen.

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Las obras

De Barcelona a la Bretaña francesa. Episodios de heroísmo y martirio de la evacuación española conforman unas memorias escritas entre París y México en 1939, una vez acabada la guerra y habiendo salido ella del campo de concentración francés. Este libro (una primera edición en 2014 ahora agotada) se incluye dentro de la serie Biblioteca del Exilio de Renacimiento, cuya dirección de estas ediciones lo realiza el experto y académico Manuel Aznar Soler. Además, se vuelve a sacar al mercado, con una edición a cargo del experto Antonio Plaza Plaza que nos muestra en notas nuevos detalles como las tachaduras, los replanteamientos, las correcciones por la parte de Carnés, etc.

La parte fundamental de por qué fueron escritas es que se basa en una exaltación a que la España republicana resistiera y no cayera en las manos del fascismo. De esta forma, todo el relato está impregnado de ideología, aspecto que no sucede explícitamente en sus cuentos. En estas memorias, describe su estancia y salida en Barcelona en haciendo, por ejemplo, referencia a los últimos héroes de la guerra, a los que se recordaban en horas más bajas y cuya característica fundamental es que fueron conocidos por sus nombres propios, aunque poseyeran apellidos comunes, como García. Acercando una realidad bélica en donde cualquiera parecía que podía ser un héroe. Además, la salida de Luisa de España destaca ya que esta se produjo en los últimos días de guerra y, sobre todo, por su trabajo dentro de una redacción de prensa. La salida en estas fechas tan tempranas de España no todos la pudieron vivir, por lo que se demuestra aquí el privilegio que tuvo, al poder ir a un campo de concentración en la Bretaña francesa con comodidades básicas, que el resto de campos no tuvieron. A partir de aquí ella se siente como una refugiada, esa palabra que hoy en día se repiten tan frecuentemente, como deja constancia la frase introductoria a estas líneas.

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Luisa Carnés con su hijo Rafael Puyol en 1935.  Fuente: herederos de Luisa Carnés.

En cuanto a los Trece Cuentos, estos se presentan como una recopilación desde 1931 hasta 1963, un año antes del fallecimiento de Luisa en México. Algunos de estos constaron en prensa de la época (aunque no conste en qué revistas y números), mientras que otros eran inéditos hasta la fecha y, además, lo acompañan fotografías de algunas hojas de estos cuentos, con sus tachaduras. Debido a que abarca una cronología muy amplia, es fácil ver los cambios de temática, siendo los primeros referentes a situaciones comunes y, una vez en el exilio (a partir de 1939), sobre emociones que ya no podía vivir. Sin embargo, un punto muy positivo de esta edición es la constancia que se deja de los años en que fueron escritos estos.

En ambos libros sigue un estilo periodístico típico de la época, incluso cuando escribe sus memorias, y que se refleja, por ejemplo, en el dinamismo de los diálogos que recuerda a lo que se podía leer en la prensa de la época. A este título, y como se cita en Trece cuentos se puede definir su manera de escribir como estilo de realismo social con tintes autobiográficos. Esta escritura se basa en una literatura comprometida con una ideología política, en general, de izquierdas, y según se la estudia y conoce mejor, que defendía el PCE durante la guerra. Se agradecen, en este sentido, los apuntes y estudios minuciosos presentes en sus Memorias donde Luisa hizo referencia a ideas comunistas de la época y que, en ocasiones, estuvieron enfrentadas con otras ideologías de izquierdas. Gracias a estas notas, conocemos mejor el entramado ideológico de la época y la autora.

Otra de las características es el estilo de narrador que varía dependiendo del cuento que leamos, aunque en las memorias queda muy claro que lo hace en primera persona, como narrador protagonista. A este título, es curioso lo que realiza en La hora del miedo -relato que también se incluye en sus memorias donde recoge, de nuevo, su paso por el campo de concentración francés- donde se presenta un narrador en primera persona que describe la situación que pasó Carnés. Sin embargo, la autora cambia la situación, la convierte en ficción, con hechos que no sucedieron, y sobre todo, ensalzando a la mujer defensora de una ideología comunista cuya misión fundamental es la defensa de España.

Además, otra de sus características que se repiten a lo largo de las líneas es la descripción de pequeños gestos comunes, repetidos por todos nosotros, pero que normalmente pasan desapercibidos, como se ve en el cuento “En el tranvía” (1931). A veces también situaciones no esperadas como vemos en “Los mellizos” (1932) donde se describe el Madrid que ella volverá a recordar durante los últimos meses de la guerra, y primeros en el exilio. Son los lugares comunes a los que recurre, a los que la imaginación le lleva, pero también le fuerzan a sentir un sentimiento de recordar y echar de menos.

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Traslados en Luisa Carnés

Como este espacio y las ganas de continuar leyendo no siempre son infinitos, me centraré en un aspecto que me ha parecido curioso en Luisita. Este se basa en la relevancia que tiene el desplazamiento, los traslados, los movimientos antes y después de la guerra. Esto es justo lo que aparece en el cuento “En casa” de 1950 donde una mujer recién salida del penal al entrar por sus acciones a favor de la República durante la Guerra Civil, se enfrenta a la búsqueda de su antigua casa, a recuerdos, y un Madrid que no es el mismo en que vivió. Ante esto, la protagonista vaga, se pasea por las calles, pero sin reconocerlas, se deja llevar por sus recuerdos, por los pasos que ya había recorrido años antes acudiendo a lugares comunes -tanto físicos, como mentales. Es esta noción de vagar la que más destaca en su pluma.

Una sensación parecida recoge en sus memorias donde describe sus sensaciones a la salida de España, donde ella, y las compañeras que la acompañaron, se vieron empujadas a salir del país, por la frontera ya que los fascistas, como dice, estaban aprisionando el territorio catalán. Es esa misma sensación de sentirse echada de alguna parte, de no ser aceptada, la que describe con su salida y que refuerza con su paso por el campo de concentración.

En ambos relatos, el movimiento es el protagonista, mientras en que en el cuento es una excusa para mostrar los pasos de la mujer recién salida de la cárcel, en las memorias, los desplazamientos son fundamentales para localizar a Luisa Carnés y sus peripecias durante la guerra.

Los escritos de la cartera de Luisa Carnés

El título de este especial sobre Luisa Carnés recoge un elemento hasta ahora no nombrado, su cartera. Esa de la que habla en las memorias, ese que es el único elemento con el que sale de España y no suelta hasta llegar a México como cuentan sus descendientes. Esa misma cartera es otro de los elementos comunes en ambos libros, donde te sale una sonrisa en cuanto el lector descubre que sigue con ella una vez que ha traspasado la frontera. La misma sonrisa que se consigue al ver la reproducción de esta cartera en las últimas hojas de los cuentos.

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Os recomendamos ambas lecturas para ser devoradas en pocos días, os lo aseguro desde aquí. Por último, no puedo dejar de nombrar la relevancia que aporta la autora a la  presencia femenina en la guerra, las labores que esta hacen. En muchos capítulos y cuentos son las verdaderas protagonistas de sus relatos. También os animo a que prestéis atención a las canciones escritas en las memorias, la cultura popular del momento en donde no solamente escribe las ya existentes y que servían como aliento para los combatientes en el campo de batalla o los que estaban fuera, sino que incluso presenta algunas con modificaciones, personificaciones para momentos concretos en que se necesitaba aliento.

 

La modernidad materializada. La arquitectura de Arniches y Domínguez en Museo ICO

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¿Qué? Arniches y Domínguez. La Arquitectura y la Vida
¿Dónde? Museo ICO
¿Cuándo? Hasta el 21 de enero 2018
¿Cuánto cuesta? Gratis

En estas fechas tan navideñas queremos traer una nueva recomendación al blog Practicando Cultura. Estamos hablando de la exposición Arniches y Domínguez. La Arquitectura y la Vida. Bajo este título, y a modo justificativo, encontramos la trayectoria vital y profesional de ambos arquitectos tanto en su estudio codo a codo, como en los años posteriores a la guerra donde trabajaron de manera independiente.

Pero, ¿quiénes fueron Arniches y Domínguez?

A pesar de no constar estos nombres, Carlos Arniches Moltó y Martín Domínguez, en gran parte de la memorias colectiva de los que vivimos en el siglo XXI, ambos se juntaron crearon uno de los estudios de arquitectura (localizado en un despacho del madrileño Hotel Palace) más renombrados en los primeros años del siglo XX. Trabajaron juntos entre 1924 y 1936 en diferentes obras arquitectónicas con fuertes influencias de lo que se consideraba como modernidad en la época. A este título, responde la influencia y conocimiento de, por ejemplo, Le Corbusier, el cual dio una conferencia en la Residencia de Estudiantes y tras esta nuestros protagonistas se dieron a conocer, llegando a establecer relaciones con el reconocido arquitecto.

Esta modernidad se manifestó en su obra durante los años de producción que se basaron en áreas concretas como proyectos en los ámbitos de la educación, el turismo o el ocio. En cuanto al ámbito educativo, os animamos a fijar la atención en la entrada de la exposición en la gigantesca maqueta, perteneciente al CSIC, donde se localizan en un solo golpe de vista los edificios construidos en la Colina de los Chopos o, también denominada, Altos del Hipódromo. Siguiendo el enfoque que se da a la exposición de arquitectura para una nueva educación, Arniches y Domínguez realizaron muchos de los proyectos de la localización nombrada. Por ejemplo, el Instituto-Escuela (1931) [actual instituto Ramiro de Maeztu] y el Parvulario destacaron por su planteamiento racionalista basado en tejados que sobresalen de manera notoria para cubrir a los estudiantes mientras esperaban a ser recogidos, los cubrían tanto de la lluvia, como del exceso de sol. Otro de los edificios que respondió a la arquitectura para una nueva educación fue el auditorio de la Residencia de Estudiantes (1933), actualmente destruido y en la misma colina ya nombrada. Separándonos de este espacio, pero con la misma temática entre 1932 y 1933 se construyó un edificio aledaño a lo ya existente en la Residencia de Señoritas.

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Debido al éxito cosechado como estudio arquitectónico, otros edificios más allá del ámbito educativo también se les solicitaron. Desde 1928 construyeron una serie de albergues de carretera basados en la repetición del mismo edificio en diferentes partes del país, por lo que resultaron fáciles de reconocer. De este tema escribió Edgar Neville  (cuya casa también remodeló Arniches) años más tarde. Esto demuestra el interés por el turismo en la época ya que realizaron hasta 12 establecimientos hoteleros en puntos clave. Esto nos muestra, asimismo, que el automóvil era cada vez más frecuente a la hora de viajar a diferentes partes de la Península y, por tanto, respondió a un mayor desarrollo del turismo.

En cuanto al ocio, la construcción que más destacó al resultar una novedad en la época fue el Hipódromo de la Zarzuela (1935), proyectado junto a Eduardo Torroja. Esto implicó un cambio ya que desaparecía el que ocupaba el actual Paseo de la Castellana, a la altura de Nuevos Ministerios, y se llevaba a las afueras de la capital. Por este recibieron el Premio Nacional de Arquitectura y su marquesina fue declarada Bien de Interés Cultural. Esta significó el final de su obra madrileña, la disolución del estudio de arquitectura y, por tanto, la desaparición de uno de los focos de la modernidad y su manifestación en la ciudad. Durante toda esta etapa, esta fue una arquitectura  habitable, cómoda, moderna en sus formas y concepciones y sobre todo comprometida con las nuevas corrientes que se introducían desde Europa.

Disolución del estudio de arquitectura

La guerra civil suele ser un punto de inflexión en muchas ocasiones cuando nos acercamos a biografías. En este caso no podía ser menos. Sus prometedoras carreras se separaron y ambos se exiliaron, lo que implica un estudio de cada uno de los individuos de manera separada como se realiza en la muestra.

Arniches sufrió lo que se suele denominar como exilio interior ya que, debido a una sanción impuesta por el régimen franquista, le cesaron de su actividad como arquitecto. Tras varios años de inactividad, pudo volver a ejercer, pero, como se indica en el diálogo creado entre visitante y comisarios, lo que se entendía antes como moderno, tras la guerra se va desvaneciendo poco a poco. Algunas de las construcciones que destacaron fueron el Centro de Estudios del Tabaco de Sevilla o los poblados de colonización de Algallarín en Córdoba y Gévora en Badajoz que se hizo con escasos recursos económicos. Su obra se caracterizó por giros inesperados, pequeños guiños a su producción anterior, pero especialmente destacaron los anacronismos, es decir, introducir elementos de otras épocas que se acercaban a los deseos y tendencias desarrolladas bajo el régimen franquista.

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En cuanto a Domínguez, su exilio no solo fue interior, sino también exterior. La primera de las salidas fue a Cuba, aunque con intenciones de llegar a Estados Unidos. La Habana  resultó, al final, ser un espacio ideal para continuar durante 20 años más su obra, centrándose en el ámbito de la vivienda. Al igual que su compañero de fatigas arquitectónicas durante los años previos, Domínguez también fue abandonando el racionalismo de principios de siglo, las viviendas se acercaron mucho al concepto de hostales y lo enfocó buscando sus posibilidades estructurales y un concepto estructural de la vivienda. Así encontramos Radiocentro (La Habana, 1947) que fue el primer edificio multifuncional, al poder incluir comercios, estudios de radio y televisión, que se construyó en Cuba y el edificio FOCSA (1952‐1956) en donde colaboró con Ernesto Gómez Sampera que fue el más alto del momento. A partir de 1960 encontramos su segundo exilio en Estados Unidos donde combinó su profesión con la de docente en la Universidad de Cornell, a pesar de también realizar el proyecto de las viviendas sociales y escuelas.

Espacios modernos

Si nos centramos en la exposición y su concepción apreciamos que el Museo ICO se ha esforzado en una presentación de la arquitectura atrayente al público como fue el caso de Gabriele Basilico dentro del festival PHotoESPAÑA.

Así, uno de los puntos que más nos llamó la atención al entrar en la exposición, comisariada por Pablo Rabasco y  Martín Domínguez Ruz y producida por la Fundación ICO, fue la abundante contextualización de la época ya que nos vamos sumergiendo en los primeros treinta años del siglo XX. Por ejemplo, a través de las sillas originales diseñadas por ambos arquitectos, un gran número de documentos o proyecciones, incluso de cine en donde también trabajaron, fotografías, como una inédita donde aparece Domínguez al lado de personalidades tan renombrados como Buñuel y García Lorca o periódicos de la época donde ambos tenían una columna para explicar sus conceptos de arquitectura. Es decir, se muestra de una manera gráfica y documental los cambios y transformaciones que se fueron forjando en España.

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El siguiente de los espacios que visitamos y denominado como sala de columnas, posee una estructura de hierro vertical, que se asemeja a pilares, y que sirve como sujección de paneles informativos e incluso reproducciones en 3D de los edificios realizados por ellos. Parece como si los pilares creados en este espacio volvieran a sujetar lo ya creado, emulando a esa arquitectura moderna de Arniches y Domínguez. Tenemos que decirlo, pero este planteamiento expositivo nos ha recordado mucho a algunas de las exposiciones del Espacio Fundación Telefónica donde se juega con el espacio y lo simbólico.

Finalmente, y como tercer espacio, en la primera planta se pueden ver dos intervenciones, una del cubano José Ángel Toirac (sobre Martín Domínguez) y otra de Rogelio López Cuenca y Elo Vega (Carlos Arniches), que muestran una visión particular de estos dos arquitectos desde el punto de vista del arte.

Conclusiones

Con La modernidad materializada. La arquitectura de Arniches y Domínguez en Museo ICO hemos querido traer un trocito de la modernidad que en aquellos años se sentía en el ambiente y que ambos arquitectos pudieron compartir y disfrutar.  Debido a nuestra formación en historia, se agradece la contextualización en la primera parte de la exposición, a la par que los conocimientos más desarrollados en arquitectura.

Archiches y Domínguez respondieron a nuevas necesidades, nuevas modernidades, por lo que resultó necesario que aparecieran nuevos modelos arquitectónicos, aunque no perduraron en el tiempo, sí dejaron rastro en varias influencias.

«La Librería» de Penelope Fitzgerald o de la realidad impresa

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«Un buen libro es la preciosa savia del alma de un maestro, embalsamada y atesorada intencionadamente para una vida más allá de la vida

Penelope Fitzgerald ocupa un lugar cada vez más especial en la biblioteca abstracta que guardo en mi mente. Quizá sea por su fina ironía que se entrecuela en las frases o su manera de manifestar una realidad apenas aprehensible. Es curioso como, a pesar de su fallecimiento hace 17 años, me resisto a escribir sobre ella en pasado, sino utilizando un presente; su fuerza y energía vital impregna sus libros. Y precisamente de libros tiene que ver la reseña, que no es otra que la de su aclamada novela La Librería, recientemente maravillosamente adaptada a la gran pantalla por Isabel Coixet.

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En La Librería, la sutil prosa de Fitzgerald nos conduce en un viaje temporal y geográfico hasta dejarnos a mitad de Hardborough, Suffolk, un pueblo de la costa este de Inglaterra bañado por las aguas del Mar del Norte. Mientras inspiramos el olor a salitre y escuchar la algarabía de las gaviotas, asistimos al denodado esfuerzo y lucha de Florence Green, una viuda de mediana edad que intenta llevar a cabo una de las últimas esperanzas de su vida: regentar una librería.  Sin embargo, esto choca con los deseos de algunos de sus conciudadanos. Los vecinos se irán posicionando a favor de Green, otros en contra, mientras que algunos permanecen indiferentes.

La librería y Fitzgerald: historia y génesis

La Librería o The bookshop (1978) se encuadra entre sus primeros trabajos de ficción, únicamente precedido de  The Golden Child (1977). Fue, por tanto, a pesar que la autora lo publicara con unos sesenta años, uno de sus primeros trabajos que además le dio cierta notoriedad al quedar finalista en el prestigioso premio Booker Prize, ganándolo el año siguiente con la novela The Offshore o A la Deriva, uno de sus novelas más personales. La Librería fue editada en primer lugar por la editorial fundada por Gerald Duckworth, quien ya había fallecido en la publicación de la novela, y si quienes están leyendo estas líneas conocen bien a Virginia Woolf les sonará el nombre ya que era su hermanastro.

Terence Doodley, su yerno y actual albacea literario, ha escrito una maravilloso postfacio a la nueva edición de Impedimenta. En este, entre otras cosas, señala las dimensiones autobiográficas y literarias que ayudan a comprender la génesis de esta novela. Fitzgerald vivió durante algunos años en un pueblo de Suffolk en compañía de sus hijas pequeñas en el que trabajaba de ayudante en una librería mientras su marido trabajaba en Londres. Esta situación se mantendría durante tres años, tres años más que suficiente para nutrirse de ese aire marítimo y percibir la vida en un pueblo recóndito. No tenemos que ver las novelas de Fitzgerald como una mera traslación de su vida, sino como también señala Dooley, hay mucho de literatura y de ficción pues es en primera y última instancia una novela. Así, se puede rastrear influencias como la de El Cura de Tours se de Balzac. De este modo, observamos que, para Fitzgerald, su literatura se nutre del pasado que ella encarnó y la literatura que ingirió. A esto, claro, se debe sumar el proceso de escritura e imaginación.  Resultado de imagen de la libreria de Isabel Coixet

De la sutiliza de la autora y la crudeza del relato

Fitzgerald no se guarda ninguna trampa que reconduzca el relato en el ultimo momento ni engranajes escondidos que formen una sorpresa. La primera escena es muy elocuente. En ella  podemos ver a la señora Green, nuestra protagonista, observado el paisaje y viendo como una garza se afana por terminar de alimentarse de un pez que parece ser demasiado grande. Es una escena fuerte y desencarnada, pero no puede ser más sincero y ser un perfecto prefacio de lo que vamos a ver en el resto de la novela: una lucha. Florence interpreta esta escena natural como una proyección de sí misma, como una metáfora de su situación porque se ve representada por aquella garza que intenta engullir algo más grande de lo que puede, algo que está fuera de sus medios y capacidades reales, es decir, la apertura del negocio de la librería en un pequeño pueblo en el que no parecen muy partidarios a la cultura y en el que algunos incluso le son hostiles. Este pasaje nos muestra la inseguridad que lleva dentro. Pero también nos muestra la lucha que va a tener lugar a lo largo de la novela en la que la señora Green no es la garza, sino el animalillo atrapado que se retorcerá por vivir. Los depredadores, en definitiva, son otros. La Garza se llama señora Gamart, y sus garras son la legislación, el realengo de su sangre, y el poder que ejerce su posición social en el resto de los habitantes.

Son variadas y de diferente granulado las luchas que tiene que encarnar la inteligente y entrañable señora Green. Algunas son luchas internas como una fuerte inseguridad que se contrapone a un gran coraje y valentía. A lo largo del relato hay diversos elementos que muestran la compleja personalidad de nuestra librera, y muchas de sus reflexiones desvelan que se sabe en una condición inferior por ser mujer en los años casi sesenta del siglo XX ya que los hombres “pasan mucho menos tiempo lamentándose de sus decisiones” pero también por pertenecer a otro escalón en el que en ocasiones “había deseado poder hacerse mucho más alta (…) para poder mirar hacia abajo y no hacía arriba”.

 «Resumiendo, se había engañado a sí misma al dejarse convencer, por un momento, de que los seres humanos no se dividen en exterminadores y exterminados, y que los exterminadores tienden a colocarse en la situación dominante en cuanto pueden. La fuerza de voluntad es inútil si no se va a algún lado.«

Hemos apuntado antes la lucha externa en la que señora Green es la presa. Este lenguaje podría parecer muy cercano al darwinisimo social, en la manera en que se entiende como la teoría que explicaba el comportamiento competidor y depredador de los animales. Y es precisamente eso lo que podría ser, ya que como señala Lian Lu en su tesis doctoral, el darwinisimo social está representado en sus novelas, especialmente en las de su primera época. Sus protagonistas terminan siendo víctimas de él. En este caso de La Librería, al deseo de Green de regentar la librería de Old House se ve desde el principio delimitada, incluso por la presencia sobrenatural de un rapper o fantasma juguetón. Pero sin duda la principal oposición viene por los propios proyectos caprichoso de la señora Gamart, una señora rancia, rica y de realengo, que intentará por todos los medios usar sus influencias, sean emocionales o legales, para evitarlo. Una vez que Green consiga, con esfuerzo y con la ayuda y cobijo de seres excéntricos como la particular Christine, una jovencísima chica de armas tomar, o el señor Brundish un ser humano fascinante, tener cierto éxito, la envidia, el disgusto y el rencor, devoraran a Gamart incrementando su esfuerzo y lucha personal por acabar con ella. Para eso, nuestra rica despiadada también tiene ayuda, en este caso de un snob que «trabaja» para la BBC y un sobrino en el parlamento inglés. En el fondo hay cuestiones de mucho más calado de lo que se aparenta, se denuncia así el secuestro de la cultura y esa idea de que debe permanecer a resguardo de unas élites para las que esta tiene un valor suntuario. Mera decoración y poder, pero sin embargo no pueden permitirse perder su control al igual que tampoco pueden tolerar que la señora Green se mantenga lejos de su influjo y que precisamente trasgreda algunas de las normas inmutables e invisibles que condicionaban la vida en esa apartada región. A esta se le debe sumar otra cuestión, y es el poder social que pueden llegar a ejercer esa elite, aunque sea tan de poca monta en una pequeña región, y no únicamente por la violencia, sino por el deseo de imitación y engreimiento de algunos de los convecinos.

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El libro tendrá un importante papel en el desarrollo de la Novela.

Una de las cosas que destaco de la autora, y en parte se ve en este libro, es la capacidad de dotar a su escritura de una perspectiva atmosférica y dotar de realismo, así se aprecia en Inicio de Primavera por ejemplo. No necesita de grandes descripciones ni recursos retóricos para que, casi sin darnos cuenta, depositarnos delicadamente en un su crudo relato, en lo que le envuelve, en su clima y atmosfera particular. De este modo nos encontramos rodeados de olor a sal del mar, junto con el sonido rugiente del poderoso y bravo Mar del Norte y el suave y calmado de las hojas de los libros al ser pasadas. Consigue impregnar a su relato de elementos no aprehensible al lenguaje, no al menos directamente: multitud de temas complejos, aquí no tratados, pero como son las relaciones entre generaciones, las sutiles luchas de poder, lo complejo y contradictorio que es el interior de una persona, los afectos, la situación de la mujer, la vida dura en un pueblo costero, etc. Todos estos los presentan de una manera sutil.

Conclusión

Penélope Fitzgerald es una voz narrativa compleja, aunque esta novela sea en apariencia sencilla. La Librería escapa de los tópicos pues podría tener los elementos para ser una novela insulsa ambientada en una zona rural donde impera los sueños idealistas de abrir una librería. No, la autora inglesa fue una escritora inteligente y hábil, capaz de capturar aquella realidad compleja de aprehender y transformarla en palabras, dibujando con ellas un complejo y exquisito fresco humano, de su sus mezquindades y también de su capacidad para bondad y la tenacidad. Es una obra bella y realista.

Y vosotros, ¿qué opináis? ¿habéis leído el libro? ¿qué os ha parecido?

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Para saber más:

Lian Lu, Penelope Fitzgerald´s fiction and literary career: form and context, tesis en la Universidad de Glasgow, 1999.

Hermione Lee, Penelope Fitzgerald: A Life, vintage, 2014.

Penelope Fitzgerald, La Librería (edición conmemorativa), Impedimenta, 2017. Con la traducción de Ana Bustelo y el postfacio de Terence Dooley.

«La Chanca» de Goytisolo, entre la literatura y la vida

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“El barrio de la Chanca se agazapa a sus pies, luminoso y blanco, como una invención de los sentidos. En lo hondo de la hoya las casucas parecen un juego de dados, arrojados allí caprichosamente. La violencia geológica, la desnudez del paisaje son sobrecogedoras. “ p. 20.

Leer a Goytisolo es sucumbir a frase perfectas, de preciso y sólido acabado, como si no existiera ninguna otra posibilidad a la hora de hilvanar las palabras que las que eligió el autor. A esa precisión, se le una la capacidad de expresar una realidad social desde una perspectiva casi total. El libro que vamos a reseñar en esta ocasión es La Chanca (Seix Barral, 1983), una de las más sobresalientes obras del autor en su período social. Sin embargo, como cualquier cosa que nace y está viva, es difícil de clasificar bajo un único cartel identifico. En esta reseña, pasaremos a comentar la obra, pero también a las circunstancias y a la realidad social que hace referencia. Por otro lado, la protagonista es ese barrio de La Chanca, fotografiado y escrito tantas veces, de modo que presentaremos un brevísimo recorrido a esa Chanca vista.

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Vista de la Chanca por Carlos Siquier.

Trasfondo editorial de la Chanca 

La Chanca se publicó en Francia en 1962, quedando prohibida su distribución y su edición en España hasta el 1981. Sin embargo, el texto tuvo una vida al margen de la ley ya que circuló clandestinamente. Al régimen no le debió gustar en absoluto que en pleno desarrollísmo en que trataban de presentarse como estado competente, circularse obras de denuncia social que no escatimaban en presentar la miseria y crudeza de ciertos lugares, como es el caso de Almería, y concretamente del barrio de pescadores conocido como La Chanca. Goytisolo aquí pretende que su escritura sirva de testigo y que su labor sea quien presente las pruebas inequívocas del estado en que se encontraron inmersos los habitantes de aquel barrio de cubetas desparramadas, es por esto por el que esta novela, junto con Campos de Níjar (1959), se consideren obras de realismo social, pero también de novela-reportaje por su estructura. Ambas forman un fresco de la sociedad y la situación de esa zona de Andalucía  cuya lectura se complementan.

La Chanca es una suerte de diario de viaje de un joven que hastiado del atmósfera opresora del Franquísmo “había llegado a un límite extremo de saciedad y todo lo español me irritaba” parte al exilio en Francia. Sin embargo, y estancia en París no tiene el efecto deseado, pues si la el agotamiento de España era una densa atmósfera, la distancia y la lejanía provocaba precisamente un deseo de inmersión y de regreso. En ese laberinto, encuentra la excusa perfecta que le hace regresar. Allí conoce a un trabajador almeriense emigrado que le habla de la belleza de su tierra. El no pierde tiempo y regresa a esa tierra descrita, a la Chanca almeriense, con recuerdos para el Cartagenero, confraterno del trabajador.  Una vez allí, la crudeza le embate. Comienza a conocer y vagabundear por la Chanca, con el objetivo de llevar esos recuerdos, sin embargo lo que se encuentra allí va más allá de lo esperado, algo que sacude. Acompañado del cuñado de ese tal Cartagenero, inicia un recorrido por el barrio, entre sus gentes, recordándonos al ascenso a los infiernos de Virgilio y Dante.

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La Chanca vista por Jesús Perceval

Entre casuchas y polvo 

Goytisolo deja que el barrio hable y que las imágenes nos cuenten cuál es la situación. Recrea perfectamente el ambiente, y las conversaciones, plasmando el hablar cotidiano, las contracciones y la jerga que empleaban. Eso confiere de gran realismo, como si fuera un reportaje periodístico que más que con palabras, con imágenes y con sonido desvelan lo que ocurría.

La Chanca que nos encontramos en novela es la situada en los años cincuenta, la España de los Pactos del 1953, firmados con Estados Unidos en los que se el país norteamericano ayudó económica y militarmente a España a cambio de la cesión de territorio para poner bases militares, en el marco de la guerra fría. Fue una suerte de Plan Marshall (desde 1948), pero sin serlo nominalmente, pues este plan estaba preparado para ayudar a las democracias europeas no a dictaduras. No obstante, estos pactos  supusieron una ayuda encaminada al reconocimiento internacional de la dictadura de Franco, que junto con el concordato con la Santa Sede el año anterior, mejoraba relativamente su posición internacional. Gracias a este dinero recibido, junto con los planes de intervención estatales y de extensión cultural, se intentaba paliar algunos efectos de la dura posguerra cuya consecuencia inmediata fue que algunos territorios comenzaron a mejorar su lamentable situación. Sin embargo, muchos fueron sus limites y desiguales efectos, como bien se muestran en la novela de Goytisolo. Y así es, ya que en la novela aparece el real efecto de estas intervenciones: un cartel que pone “Intervención estatal. Ministerio de Educación. Comisaría de Extensión Cultural. Plan Social de la Chanca (Zona I)”.

“(…) de igual modo que los anfitriones de Madrid o Barcelona enseñan sus habitaciones confortablemente burguesas, el almeriense no puede ofrecer otra cosa que su pobreza y degradación. En uno y otro caso el impulso es idéntico; únicamente el decorado cambia” (p. 60).

La Chanca que visita aquel joven es la de la pobreza como forma de vida. Goytisolo no edulcora las conversaciones y ni reconstruye una visión de una pobreza que santifica y redime como era el discurso franquista, sino una pobreza cruel; la del hambre, la de la pillería para sobrevivir, la de la desnudez física y la suciedad. Es un pobreza que asfixia, y no son pocos los que acarician el viaje y la emigración como una esperanza de mejorar su vida, recordemos que entre 1959 y 1973 emigraron a una pujante Europa que se reconstruía tras la II Guerra Mundial, más de un millón de personas. Sin embargo, la necesidad de esa Europa pujante era una mano de obra barata. En las conversaciones de los vecinos de la chanca resuena un “Grenoble”, un París, un “Tulús” como una esperanza de ganar dinero, sin embargo, tras esta ilusión también hay una pesadilla, pues resuenan también las muertes en accidentes y la crudeza del trabajo.

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Carlos Siquier.

Lo extranjero aparece a lo largo de la novela, no solo como un horizonte disonante, entre el deseo de trabajo y la explotación que desde allí se sufría. También lo extranjero es lugar de sueños, en la que ocurren cosas extraordinarias, como en Estados Unidos. Lo extranjero aparece también como los visitantes que fueron a la chanca, a los fotógrafos que allí fueron casi como un motivo folclórico, como quien ahora va a países en desarrollo, hacen fotos y vuelven redimidos.

La tesis principal de Goytisolo, y la que se encamina el resto de la narración y los diversos aportes históricos del final del relato viene a ser que, en la Chanca, y prácticamente Almería entera, es la existencia esclavizada del hombre sometido a una bárbara explotación colonial” o mucho más tajante: “Almería no es una provincia española. Almería es una posesión española ocupada militarmente por la Guardia Civil. Siglo tras siglo, la incuria de los sucesivos gobiernos ha arruinado sus primitivas fuentes de riqueza (…)”. Este es el colofón de su escrito, y también a los documentos que presenta, pues Goytisolo hace un recorrido por los diferentes testimonios y escritos, desde Mohamed-Al Adrisi pasando por Jerónimo de Münzer, sobre la Historia de Almería, que trazan un relato de su esplendor en la época de la presencia árabe y su paulatina decadencia hasta su situación en la mitad del siglo XX. En ese esfuerzo que este pequeño relato de viajes sea objetivo y se presente como un documento más, se señala los diferentes datos estadísticos de José María Pérez Lozano, periodista católico, que presenta los datos de su pobreza y de emigración, así como denuncia su situación en un artículo «Una parroquia en el infierno» (Incunable, 1960). En la época de publicación del libro, tanto los relatos de Goytisolo, como los de Lozano, entre otros escritores, sentaron muy mal, cuanto menos, a al estado Franquista y otros periodistas favorables a este. Este hecho se puede observar muy bien también en esta selección de textos, ya que aparece un artículo de la revista Pueblo presentado una visión muy diferente a la situación de la Chanca, precisamente ensalzando esa pobreza como virtuosa y poco menos que tachando de calumnias al propio Goytisolo y a otros escritores.

Mas allá de La Chanca La Chanca vista

Diversas zonas de España tuvieron atención por parte de intelectuales, escritores, artistas, y diversos grupos ideológicos por su estado de pobreza y explotación, como las Hurdes, que a pesar de los diversos planes de desarrollo su estado de pobreza y de injusticia eran una constante. La Chanca y diversas zonas de Almería cobraron la atención décadas antes del escrito de Goytisolo. Por ejemplo, la Junta Provincial de las FET en 1943 realizó un fotorreportaje para descubrir y presentar la verdadera situación de estas gentes, sin embargo, su visión de sus ciudadanos – o supervivientes-, tal como emanan en los comentarios a las fotografías, son del todo despectivos. Años más tarde, Carlos Pérez Siquier (Almería, 1930) , fotógrafo que mostró visualmente la Chanca, primero en blanco y negro (1956-1962) y posteriormente a color (1952-1956), le movió en parte el mismo esfuerzo que al Goytisolo, aunque si bien es cierto vinculado más bien al movimiento de fotografía humanista que se desarrollaba en esa época y que le llevaría a formar junto a otros fotógrafos, el colectivo AFAL. Otro fotógrafo que retrato La Chanca y sus cuevas fue Jesús Pérez de Perceval del Moral, también pintor y escultor, y uno de los principales dinamizadores de la escena cultural almeriense en los cuarten y los cincuenta.

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Carlos Siquier, 1962.

Otros libros relacionados del autor:

Campos de Níjar (1959)

Para saber más:

  • Mónica Fernández Amador, «La chanca: retrato de un barrio almeriense en los años setenta«. Así mismo, analiza las fotografías de la FET de las JONS que hemos mencionado en el post del mismo modo que presenta el desarrollo de un movimiento vecinal del que se vislumbra en sus inicios a través del propio relato de Goytisolo.
  • Entrevista a Carlos Siquier en el que entre otras cosas habla su trabajo y proyectos en la Chanca.
  • Un elemento que hemos mencionado es el telón de fondo que supone el desarrollísmo y especialmente los pactos de 1953 entre Estados Unidos y la Dictadura de Franco, para situarnos y ver las dimensiones de este hecho y algunas de sus consecuencias como la americanización, bien puede resultar el libro de Antonio Niño, historiador en la UCM (Cátarata, 2012).

Las cartografías que alberga la Biblioteca Nacional de España

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A los mapas los rodea un aura de misterio por lo que subyace en ellos; hacen visible lo difícil, su confección es compleja de imaginar, pero su resultado es hermoso. Los mapas son el esfuerzo, y a veces conquista, de representar y hacer visible y mensurable el vasto mundo que nos rodea. Han acompañado a geógrafos, aventureros, científicos y soñadores, así como conquistadores y guerreros. Estas son algunas de las premisas de Cartografías de lo desconocido. Mapas en la BNE, exposición que se podrá ver hasta el 28 de enero en la Biblioteca Nacional de España (BNE).

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Los comisarios de la exposición han sido la doctora en Historia del Arte y especializada en cartografía histórica, Sandra Sáenz-López Pérez, y el investigador del CISC especializado en historia de la ciencia, Juan Pimentel. Su formación y campos de interés representan bien algunas de las maneras de adentrarnos en el universo de los mapas: su dimensión artística y bella, y su dimensión histórica y científica. Como comisarios, han trazado dos objetivos principales, por un lado, hacer que el espectador lleve su mirada al mapa en sí, que lo llegue a comprender y que la visión se amplíe de ser representación de un territorio. Por otro, llevar al visitante por las diversas sendas que discurren por la historia de los mapas, también algunos de sus temas principales: cómo los mapas han gestionado la información, las novedades, hechos, lugares por descubrir, terrenos imaginados, e incluso fenómenos invisibles. Sin embargo, no hay que olvidar que, a través de la exposición se pone en valor los ricos fondos de la BNE, presentando los mapas, cartas náuticas, atlas, grabados, y algunos de los incunables que custodia. Pero a estos fondos se les deben sumar los de otras instituciones que también ha aportado sus colecciones y mapas: el Museo de América, Museo de Ciencias Naturales, el Palacio Real y la Biblioteca del Marqués de Valdecilla. Aunque de esta variedad se desgajan algunos misterios, como bien señaló la profesora Sáenz-López, ya que algunos de los mapas expuestos resultan inclasificables ya que representan elementos que no han podido ser cotejados en la realidad. Del mismo modo, no solo hay mapas, sino también algunas creaciones tridimensionales, instrumentos y frases de autores.

La exposición gira en torno a la diversidad y la pluralidad de los mapas, a ir más allá de esa idea de un mapa que nos señala el lugar que ocupamos. En verdad, es como si nos adentramos a un universo con unos recorridos y unos misterios propios, en el que el mapa en sí es una pieza de ilusionismo, como bien mantiene Juan Pimentel. Sin embargo, aunque delimitadas las partes de la exposición, su orden juega al escondite y puede dar la impresión de que no existe y que nos movemos de curiosidad y curiosidad, de asombro en asombro. Tal aparente desorden hace complicado extraer los mensajes que se encuentran escondidos entre las cartografías presentadas. Algo así nos ocurrió cuando pasamos por sus salas.

Mapas: ¿representa o nos representan?

Los mapas ocultan cosas que a priori se nos escapan, pues tras la ciencia compleja de su realización, se disimula un primer secreto: la práctica imposibilidad de que sea totalmente fiel a la realidad. Una esfera achatada, con un relieve muy diverso, no se puede plasmar en un plano sin prescindir de errores y distorsiones. El tiempo, el avance de la cartografía, y en los últimos años los sistemas informáticos, la topografía y satélites, han reducido considerablemente las distorsiones, sin embargo, continúan existiendo. Durante milenios, cartógrafos y geógrafos se han afanado en depurar esta ciencia a la par que descubrían o redescubrían la tierra que les rodeaba, el hoy es el resultado también de este esfuerzo. Uno de los primeros mapas que consigue mejor representar las latitudes y longitudes es el de Claudio Ptolomeo en el siglo II, los posteriores…de los posteriores ya hablaremos. A este secreto que ya hemos comentado, se le suma otro. En general puede existir el convenio de que el mapa puede representar, gracias a las matemáticas, proporción y mucho ingenio, la realidad. Sin embargo, como muchos de los artefactos creados por el hombre tiene un doble canal, no solo nos dice algo a nosotros, sino nos dice mucho más de aquellos que lo hicieron.  Los mapas representan las creencias de la época o la sociedad que les realizaron, el estado de su ciencia, cuál era su visión del mundo e incluso cómo se inscribían en él, qué intereses tenían, etc.

Mapa del Mundo según Martellus, ca 1490.

El mapa que nos representa

Como hemos dicho anteriormente, el mapa nos representa y representa nuestra visión del mundo. Comenzamos, por ejemplo, con los mapas en T-O medievales, que más que un afán de localizar un territorio como tal, ofrecen una visión general del mundo conocido, dentro de una mentalidad cristiana en el que el centro se situaba la ciudad santa de Jerusalén. Así, en la exposición podemos encontrar uno de los mapas en T-O más reconocidos, el de San Beato de Liébana (s. VIII), ya que basándose en la tradición interior, entre los que estaba el mapa de Ptolomeo, dibujó un mapa en el que los tres continentes conocidos (Asia, África y Europa) formaban una T, en cuyo centro aparece Jerusalén mientras que en el oriente situó al Jardín del Edén.

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El Paraíso Terrenal; Beato de Liébana, códice de Fernando I y Dña. Sancha; BNE, 1047

La visión que tenemos del mundo se representa en estas obras, pero también son un registro de cómo se creyó que el mundo era. Podríamos tomar como ejemplo el mapa de Henricus Martellus Germanus (ca. 1490) que representaba Europa, Asia y África, es decir, aquellas partes del mundo que por aquel entonces se tenían registro seguro los europeos. Tan solo unos diez años mas tarde, aparece el mapa de Juan de la Cosa (ca. 1500) el que incorpora esas nuevas regiones «descubiertas» al  haber llegado la monarquía hispánica al continente americano. Este mapa supone la reconfiguración de la idea que se tenía del planeta tierra,  pues al otro lado del globo no solo había océano como se pensaba.

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Juan de la Cosa, descubrimientos América, 1500 aprox.

En los mapas, con el paso del tiempo, se aprecia como las costas marítimas se van proporcionando, y los interiores de los continentes y de los países van afinando su representación. Sin embargo, la representación es complicada y no es para nada fiel aunque la ciencia de la cartografía se vaya afinando. Gerard Kremer, aunque es más conocido por la latinización de su nombre, Geradus Mercator consiguió realizar un sistema de proyección, la famosa proyección Mercator (1659) que es la representación del continente que generalmente hemos visto todos. Esta proyección permitió respetar la forma de los continentes, aunque como hemos dicho antes, es imposible escapar de la distorsión, así que esta se esconde en los tamaños de los territorios. Esto se traduce en que a medida que los territorios se encuentran más cerca de la línea del ecuador, más disminuyen su tamaño, mientras que a más lejos se encuentren, más grandes aparecerán representados.

Mapa del planeta tierra según Mercator.

Y os preguntaréis, ¿esto guarda relación con una ideología o un pensamiento? Exacto. Ninguna decisión es casual, y no es causal que esta proyección fuera la que se privilegia especialmente a partir del s. XVIII y el s. XIX. En una época de descubrimientos y de tratados comerciales en las que Europa era potencia y había colonias, la distorsión privilegiaba en tamaño a los estados del norte. Visualmente los países como Europa o Estados Unidos se veían de mayor tamaño, en una posición jerarquía diferente. Esta proyección impera incluso cuando en el siglo XIX James Gall dio a conocer otra proyección que sí conserva la proporción de las áreas terrestres. No es hasta a partir de 1974 cuando se comienza a popularizar , ya que el historiador alemán Arno Peters retomó la proyección de Gall y la presenta públicamente bajo el nombre de proyección Gall-Peters. Corresponde a un esfuerzo por variar la visión eurocentrista y que privilegia al norte, por lo que podríamos decir que se trata de otra representación de una ideología. A finales de los noventa, un grupo de geógrafos declararon que estas proyecciones ya no eran operativas, pues con los nuevos sistemas de proyección y la tecnología se habían superado.

Proyección Peters-Gall

La mirada al cielo, la mano al grabado

Hasta este momento, únicamente hemos hecho referencia a las representaciones espaciales de la tierra, obviando otras que miran hacia el mar, como portulanos y cartas de navegación, o hacia el cielo, como los mapas celestes. De esta variedad, la muestra en la BNE también se hace eco. Los mapas portulanos tienen por el objetivo principal su utilidad ya se hacen posible su uso como herramientas de orientación y guía junto con brújulas. Estos se realizaron principalmente desde los siglos XIII- XVII para la navegación por el mar, aunque la proyección Mercator también fue muy útil para este fin.

Del mismo modo, el cielo no se quedó lejos de su cartografía correspondiente. Estos mapas los realizaban cartógrafos y astrónomos, y señalaban estrellas, constelaciones y, a veces, podían ayudar a la navegación por su excelente posibilidad de brindarles orientación en la mar. Si bien es cierto que tienen una interesante historia pasando por la egipcia o la musulmana, fue en la Edad Moderna cuando recibió un fuerte impulso debido a los registros que se efectuaron con los descubrimientos que hacían la necesidad de incrementar estas cartas para navegar como las propias navegaciones que posibilitaban la incorporación de estos datos. Hohan Bayer, en 1603 presentó el primer atlas de los dos hemisferios, y posteriormente, se incorporaron otros como el de Frederick de Wirt, en 1688 que no escatima de belleza ni arte.

De lo fantástico y lo invisible

Es verdad que los mapas nos hacen soñar como así hicieron también en el pasado. No solamente suponen mezcla de asombro y esfuerzo a lo largo de los siglos por representar la tierra, sus mares y el cielo, sino que muchos dan un paso más y representan aquello que es invisible a los ojos o incluso están más allá de lo que podemos tocar. Nos referimos a las  cartografías de espacios fantásticos, territorios que solo aparecen en la mente, en la literatura o en la imaginación, como podría ser el mapa de Tierra Media de J.R. Tolkien o la Región, el mundo creado por el escritor Juan Benet, presentes y referenciados en la exposición. Sin embargo, hay incluso más ejemplos muy interesantes y contemporáneos, como el del merodeador de Harry Potter, ampliamente reproducido,  o el proyecto de Aventuras Literarias que realizan mapas basándose en grandes diversas obras de la  literatura, como el Londres en las novelas de Jane Austen o el Madrid de Benito Pérez Galdós.

También se pueden cartografiar otras cosas invisibles a los ojos, pero reales. Estás son algunas de  las  tendencias de los últimos años como las cartografías de las emociones. También se registran otras cosas como intenciones de voto, climogramas, mapas catastrales, los que representan densidades de población y aparecen modificaciones, etc. Estos tipos de mapas son clásicos para los geógrafos, como ven se puede apreciar en la exposición.

Arte como conclusión

A lo largo del recorrido de la exposición Cartografías de lo desconocido. Mapas en la BNE, se aprecia la belleza en sí del mapa, más allá de lo que representa, mostrando lo representado. A través de los fasciculus temporum de Wener Rolewinck o de los beatos medievales, e incluso de los más modernos y contemporáneos, podemos apreciar la belleza de los mapas y sumergirnos en su propia historia y en su propia arte y cometidos. Esta vez el territorio se ha conseguido borrar, pues de lo que queda son los pergaminos y los trazos de quienes los confeccionaron.

Es una exposición más que recomendable, que sorprenderá y hará florecer a nuestro geógrafo interior. Ya que incluso se añaden las novedades de acceder con las nuevas tecnologías como los códigos QR, ya realizado en otras exposiciones anteriores, situados en algunas de las obras de la BNE con posibilidad de ampliar algunos documentos.

 

Más allá de la exposición

-Un blog muy interesante para aquel geógrafo de nuestro interior.

Home

-Un proyecto de dos investigadoras con el fin de digitaliza, encontrar y ofrecer información sobre las publicaciones periódicas sobre ambos lados de la frontera entre Estados Unidos y México con el fin de comprender cómo era el territorio y la comunidades antes del trazado de la línea divisoria que en teoría las separó:

https://www.bacartography.org

-Aquí podremos saber algo más de la cartografía emocional:

Haz clic para acceder a EmotionalCartography.pdf

-Ente las posibilidades de los mapas antiguos está la de poder acercarse a lo que sucedió, está página es muy interesante en ese sentido y un ejemplo práctica través de las cartografía de las revueltas de Jamaica en el siglo XVIII:

http://revolt.axismaps.com/project.html?utm_source=hackernewsletter&utm_medium=email&utm_term=learn

-Y por último un libro que habla del futuro

   -Parag Khanna, Conectografía : mapear el futuro de la civilización mundial, Editorial Paidós, 2017. 

Historia de la fotografía de Magnum

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En los últimos meses, la agencia Magnum Photos no deja de resonar en nuestros oídos. La última grata noticia fue que la fotógrafa Cristina de Middel, en este mismo año en el que le ha sido concedido el Premio Nacional de Fotografía, ha postulado por ser parte de esta. Además, y desde hace un tiempo, la gran Cristina García Rodero (sobre la que hablamos aquí) forma parte de Magnum siendo hasta la fecha la única representante española. A partir de ahora, quizá, De Middel pueda acompañarla.

Sin embargo, hasta ahora hemos hablado mucho de Magnum Photos, pero ¿qué es y cómo se fundó? La idea partió de cuatro fotógrafos, que encontramos en la exposición, Henri Cartier-Bresson, Robert Capa, George Rodger y David Seymour, que, tras el final de la Segunda Guerra Mundial, 1947, fundaron la agencia. Desde un principio, el cariz que tomó Magnum se basó en una presencia en la sociedad, preocupación por las gentes, lo social como bien se aprecia en Capa en sus fotografías durante la Guerra Civil Española o Cartier-Bresson. La relevancia de este pequeño grupo en la época ya era bastante remarcable, por lo que fue más fácil formar y sacar adelante Magnum Photos. Desde entonces los objetivos se fijaron en encontrar algunos de los fotógrafos con mayor talento, que formen parte de este mismo espacio y facilitarles su labor y trabajo, especialmente en la prensa. Parte de esta información consta en el panel informativo nada más entrar en la muestra, aunque, en nuestra opinión, no resulta suficiente para conocer algunos otros datos, al revés, parece casi propagandístico.

Siguiendo la estela y relevancia de la agencia, en la Fundación Canal de Madrid y hasta enero de 2018 se puede visitar la exposición titulada Magnum: Hojas de contacto. A través de casi cien fotografías y más de 60 artistas se repasa cronológicamente la producción artístico-fotográfica de Magnum. Bajo este mismo nombre, aunque en diferentes traducciones, la muestra ha ido recorriendo, y lo seguirá haciendo, diferentes partes del mundo. En el caso de Madrid, ha sido coproducida por Magnum Photos y Forte di Bard con el planteamiento de mostrar desde 1930 hasta la actualidad una serie de hojas de contacto de algunos de los fotógrafos de todas partes de la esfera terrestre más remarcables que han estado adscritos a la agencia. Así, mediante divisiones en el espacio en las salas, los últimos años los encontramos en otros dos espacios, se hace un recorrido cada diez años, mostrando una selección de seis hojas de contacto y algunos, aunque muy escasos, originales. Asimismo, debido a la organización para la separación cada diez años, la iluminación y distribución, como se indica, parece como si nos adentráramos en el cuarto oscuro de los fotógrafos, como si fuéramos a imprimir la selección de imágenes.

Pero, como habíamos dicho antes, ¿qué es una hoja de contacto? Como se muestra en el primer panel de la muestra se define qué es este objeto tan preciado por los fotógrafos. Se trata de la primera impresión de los negativos en una sola hoja, en un solo espacio. De esta forma, se puede apreciar en un solo vistazo las imágenes obtenidas en un carrete. Esta hoja de contacto resultaba imprescindible tanto para los fotógrafos que pueden seleccionar las mejores fotografías, como para los editores que corroboran o no la decisión. Igualmente, resulta especialmente curioso e interesante que los observadores de la exposición puedan contemplar estas hojas, ya que en ellas están marcadas las fotografías seleccionadas en diferentes colores por editores y fotógrafos para publicar, especialmente, en prensa. No obstante, como el visitante puede observar todas las fotografías de un solo vistazo, puede ponerse en el papel del editor, seleccionando otras imágenes, mostrando su gusto, su subjetividad. Este hecho de elección, como muestran algunos de los fotógrafos más recientes que aparecen al final de la muestra, ha ido siendo sustituido por la introducción de la fotografía digital. La hoja de contacto ha encontrado su paralelo en las carpetas de ordenador, donde mediante vistas previas en pequeño formato se cumple la misma misión y resulta incluso más barato al no tener que imprimir para poder ver, por primera vez, las imágenes.

Si nos centramos en el contenido de la exposición, el relato que muestra es sencillo, se trata de una selección de fotografías y autores. Al lado de cada hoja de contacto tenemos explicaciones del contexto en que fueron tomadas, el por qué y cómo por lo que es fácil ponerse en el lugar del fotógrafo cuando la sacó. Además de este discurso, también se centran en el avance y relevancia que cada vez ha adquirido el fotoperiodismo. Como en 1950-60 encontramos grandes nombres como la gran Inge Morath o René Burri que fueron asentando la profesión, es una palabra, profesionalizándola. A partir de los años 70 y 80 se sale a la calle, se encuentran allí las historias que contar, se atiende aún más a lo social o incluso también en las modas, como bien demostró Meiselas. A partir de 1990 se tiende a experimentar, las bases están bien asentadas por lo que resulta fácil mirar hacia lo ya hecho y reinterpretarlo, como el asiático Chien Chi Chang. Finalmente, en el nuevo siglo, lo que prima es la edición digital, el tratamiento con nuevas fotografías y la introducción masiva de las labores hechas con ordenadores.

De esta forma, a lo largo de la muestra es fácil encontrarse con imágenes que llaman la atención, que recurren a lo anecdótico, ya fuera planeado o no, como Una llama en Times Square, Nueva York, EE.UU. (1957) de Inge Morath. Resulta también repetitivo la presencia de las guerras a lo largo de la cronología que recoge la muestra, como Vietnam, los Balcanes, la famosa fotografía del desembarco de Normandía de Robert Capa, aunque el mismo concepto ya comenzara con El miliciano muerto sacada en España. A este título, se le podría incluir las imágenes sobre acontecimientos políticos, como las relacionadas con Kennedy o los mayos del 68, especialmente el parisino. Todas estas responden a la teoría del fotoperiodismo del pasado y a la frase, repetida en infinitas ocasiones de Cartier-Bresson, del instante decisivo. Gran parte de las fotografías reproducidas podrían ser encuadradas bajo la premisa anterior. Así, todas estas clasificaciones son lo que se denomina en la exposición como imágenes icónicas, dejando de lado, aunque en los últimos años son más remarcables, la búsqueda de lo artístico, como se refleja en una gran muestra de retratos o los deseos de capturar el movimiento. Mientras que algunas fotos resultan ya conocidas para el gran público, otras se dejan conocer, admirar y contemplar. No obstante, también se echan de menos algunas de estas imágenes icónicas , como la de Jan Rose Kasmir en 1967 donde la protagonista del encuadre protestaba ante el ejército con una flor.

A modo de conclusión, recomendamos a los amantes de la fotografía pasarse por Magnum: Hojas de contacto ya que, a pesar de encontrar principalmente reproducciones de fotografías y hojas de contacto, se deja que los espectadores interactúen, que sean ellos los que acerquen la lupa (a veces un poco manchada) a la selección de fotografías, que lean o no la información, que se dejen llevar por los retratos, sus expresiones, por las series. Además, resulta, al menos para nosotros, la perfecta ocasión de conocer nuevos autores internacionales, conocer su trabajo, ser una primera aproximación o una excusa perfecta para volver a revisitarlos.

Imágenes: © Fundación Canal

Cristina Lucas en la Sala Alcalá 31 de Madrid

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Como ya hemos indicado en otras ocasiones, llegar a comprender el arte contemporáneo, a veces, sin discurso resulta complicado. Sin embargo, tener la oportunidad de hacerlo de la mano de los artistas resulta una de las actividades más satisfactorias porque implica conocer sus pensamientos, su forma de comprender el mundo y, cómo no, su arte.

En esta ocasión y gracias al área de Cultura de la Comunidad de Madrid pudimos ver en la Sala Alcalá 31 la exposición Manchas en el silencio de Cristina Lucas. Como solemos hacer en todas las exposiciones que visitamos, a la par que recorremos la exposición, publicamos en twitter nuestras impresiones y parte del discurso de la exposición. Esta ocasión, no fue menos y lo escribimos aquí.

La artista política, como se indica en el catálogo, impregnó la sala de su arte combativo y social a través de sus obras, pero también de sus palabras. Comenzamos un recorrido dividido de manera clara en cuatro partes, separadas pero complementarias en proceso y contenido. Esta muestra resulta ser una investigación llevada a cabo durante más de cuatro años, y todavía en continuación, a partir del 70 aniversario del bombardeo en Guernica. Este suele ser considerado como el bombardeo con mayor número de fallecidos civiles. Lucas perpleja ante este hecho se puso manos a la obra a investigar sobre esto. Así, descubrió que desde el siglo XIX y principios del XX se habían producido varios intentos de probar la aviación, que el hombre podía surcar por los cielos como los pájaros. Esto mismo demuestra en la primera obra Piper Prometeo. Este consiste en una vídeo-instalación donde se justifica de manera científica el vuelo de una avioneta, es decir, mientras que está en los cielos, lleva en la parte trasera una pancarta con la ecuación que permite su vuelo. Mediante esta obra encontramos un proceso metaexpresivo donde la avioneta surca los cielos, a la par que justifica cómo puede hacerlo. Pasamos de este vídeo en color, casi como una noticia que muestra el telediario nocturno, como dice Lucas, al polo atrayente de la exposición.

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Siguiendo el título del poema de Miguel Hernández, El rayo que no cesa, se presenta la perfecta metáfora. A partir de 1911-1912 se produjeron los primeros bombardeos por parte de España en la guerra del Rif. En este vídeo-instalación el color que compartía la obra anterior, se vuelve blanco y negro, grises entre medio, pero pocos colores más. A través de una proyección de varias horas de duración se hace un recorrido cronológico desde 1912 hasta el 31 de agosto de 2017 marcando en un mapamundi las ciudades en donde los rayos no cesaron. Se forman, pues, tres espacios donde van quedando marcados los bombardeos, a la par que se incluye información sobre datos del número de fallecidos ese año y constan fotografías del momento. Así y como se indicaba anteriormente, la investigación es clave, indicó Cristina Lucas, en estas obras y queda manifiesto en el proceso de búsqueda de fotografías en múltiples instituciones físicas y digitales. No solo lo comentó la artista, sino que tras El rayo que no cesa encontramos grandes paneles donde se recogen los nombres de investigadores, repositorios utilizados, ciudades bombardeadas desde principios del siglo pasado y, lo que resulta diferente respecto a otras exposiciones, investigadores trabajando in situ con su ordenador y conexión a internet. Resulta ser esta la manera más lógica de justificar el proceso y el número de personas detrás de la proyección.

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Este proceso de investigación también resultó fundamental para la tercera de las obras en la sala: Tufting. Este resulta una técnica para tratar tejidos. Lucas se atreve a continuar con sus metáforas, con manchas en el silencio que resultan ser cicatrices. A través de ocho lienzos bordados con mapas de diferentes partes del mundo, perdemos el factor cronológico que habíamos tenido en la proyección anterior y cómo habían ido cayendo los bombardeos a lo largo del tiempo, para centrarnos en los territorios. El enfoque varía, pero las cicatrices permanecen, por tanto, se marca cada una de las ciudades en un tejido muy fino, seda, pero resulta que los lugares bombardeados están muy cerca, las cicatrices negras cada vez se marcan más. Y lo que es más interesante en la metáfora, una vez ha caído el bombardeo en la ciudad, su nombre queda marcado, no hay forma de eliminarlo. Las cicatrices afectan al tejido hasta dejarlo débil, se va descomponiendo.

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Subimos las escaleras, en silencio, como bien indica el título de la muestra. Pero un ruido, un tic-tac se mete en la mente. Se trata de la instalación Clock-wise donde un conjunto de 360 relojes no para de moverse. Estos representan los husos horarios invisibles e imaginarios en los que está dividida la tierra, algo tan artificial marca las horas. En este caso, con un intervalo de cuatro minutos están presentes todos horarios del mundo, comenzando desde la hora local. Con esto, Lucas quiere mostrar el alto número de acontecimientos que suceden a diario alrededor del mundo todos a la par, llegando a estar, como se dice en el catálogo, en el presente infinito. El tic-tac continua en nuestros oídos, se va incorporando a nuestro paseo por la planta de arriba de una manera violenta, como bien indica el comisario Gerardo Mosquera.

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Cristina Lucas ha cumplido sus objetivos, dejarnos en silencio, entender qué son las manchas, las cicatrices que se van formando con el paso del tiempo y que descomponen lo que tocan. A la par que esto muestra la complejidad de una investigación, el tiempo empleado, el proceso complejo para obtener resultados, pero, además, presenta en sus obras “el arte como medio de investigación de la sociedad, cultura e historia”, como bien escribió Mosquera.

Dioses, calabazas y ocre: lecturas para Halloween (y más)

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Bajo las máscaras de scream y las calabazas decoradas, hay una riqueza de tradiciones y leyendas ya apenas audibles, aunque muy presentes durante lo que llamamos «Halloween». La noche del 31 es una víspera solemne para el cristianismo, pero también  coincide la fecha con los festejos al recoger la cosecha, incluso, es tiempo en que los dioses, elfos y espíritus, dicen que recorren la tierra. En este post os propongo un brevísimo recorrido por aquellas tradiciones múltiples y mezcladas que hay detrás de esta celebración, principalmente en lo que llamaríamos región europea, porque no olvidemos que hay muchas más, aunque aquí no las atendamos. Una vez evocadas, propondré diversas lecturas que suelen acompañarme en estos días.

De la calabaza y el ocre

La piedra de toque de esta celebración son los festejos de recogida de la cosecha que se solaparon y configuraron esas tradiciones nórdicas y célticas que luego veremos. Suponen la alegría de recoger lo plantado y el prepararse para el ciclo del frío y el invierno, en el que el monarca es la noche. Esta cuestión siempre me termina por desembocar en lo metafórico de los ciclos y la belleza de lo otoño; ver cómo comienzan a languidecer los entornos aguardando al estallido de vida que comenzará meses después. Sin embargo, tachar al otoño como época de solo sueño es injusto y sobre todo inexacto, pues crecen otras vidas en la tierra. Inevitablemente mi mente, y cuando pueden, mis pies, se van en busca de bosques húmedos, de helechos radiante en su verde y árboles altos y solemnes.

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H.D. Thoreau

De este modo, y ante esta llamada de la naturaleza, Walden de Henry David Thoreau (Errata Naturae, 2013, aunque también edición en Cátedra) se configura como una de las lecturas ante el mediodía del otoño y el invierno ya próximo, tanto en su sentido de cercanía a la naturaleza, como su dimensión más política. Por otro lado, otra manera de sumergirse en el plena corriente natural, bien sea esa llamada de atención de Rachel Carson y Su sentido de Asombro. Por el gusto al campo y al fluir las estaciones, recordamos a José Antonio Muñoz Rojas y Las cosas del campo (Pretextos o Renacimiento), que resulta ser un ejercicio literario de amor por la naturaleza y sus gentes, pero también por aquellos oficios y cotidianidades ya desaparecidas aunque siempre accesibles gracias a estos testimonios.

De los dioses y los santos

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Cabeza del barco funerario de Oseberg*

Pero sin duda las raíces de esta celebración en su dimensión trascendental y de conexión con los espíritus, tiene origen en la fiesta Samhain, de procedencia celta. Para los celtas y otras tradiciones antiguas paganas, esta fiesta suponía la entrada de un nuevo año, marcada por la despedida del verano y la entrada de la época oscura. En esa noche, que bien no tenía porque coincidir con nuestro 31 de octubre, la separación entre el mundo de los vivos y la de los difuntos es la más porosa. Los espíritus y los dioses recorrían en nuestro mundo; los antepasados eran bien recibidos, pero no eran los únicos que llegaban a visitarlos, ya que entre ellos se encontraban otros malignos. Las gentes para ahuyentarlos, cuentan, se disfrazaban, siendo la base de los disfraces que se usan en la actualidad. También, era la noche de las adivinaciones con la esperanza de saber la suerte, o la desgracia, a las que tendría que verse en meses sucesivos. Tampoco hay que perderse otras festividades paganas, que aunque a mitad de octubre, como las Freysblot o Veturnaetur del norte de Europa, tenían unos fines más o menos similares. En ellos,  se hacían sacrificios y ofrendas a los dioses y a los elfos para que bendijeran las cosechas recogidas, mientras se pedía clemencia en la llegada de la época oscura, tan temida, y para que las cazas invernales, de las que se decía que eran encabezadas por Odin, fueran en buen término. Son solo algunos ejemplos, de las diferentes tradiciones y leyendas vinculadas a estas festividades, ya sea en Europa como España, por ejemplo en Galicia y en el norte de la península Ibérica, que aún permanecen vivas y en un proceso de relativa recuperación por los diferentes movimientos.

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Fra Angelico, Todos los santos (ca.1423-24), National Gallery, Londres

Las épocas a los que nos hemos referido, de manera general, oscilan desde Edad del Hierro como en  el Medievo. Ya en época cristiana, debido al impulso de los papas Gregorio III y Gregorio IV (en los siglos VIII-IX), intentaron revestir esta festividad pagana acercándola a la cristiana. Así se implantó la festividad del Día de Todos los Santos el 1 de noviembre. En esta fiesta se celebra actualmente el goce de aquellas almas que están ante la presencia de Dios, sean santos o beatos, y desde hace relativamente poco tiempo, también los que no han sido santificados.

De este modo, con tantos dioses, elfos y creencias, es imposible no sentirlos merodeando en estos días. Así, el latir de las viejas leyendas se pueden recuperar bajo la mirada y el sentir que todo puede ser. Uno de los que se postulan como un clásico son los Textos Mitológicos de las Eddas (Ediciones Miraguano) de escaldo islandés Snorri Sturluson (siglo XII) y las Leyendas y cuentos vikingos seleccionadas y contextualizadas por el profesor Edorta González. Para los más celtas, otro clásico de T. W. Rolleston con Mitos y leyendas celtas (Turner), con un estudio algo desfasado y superado por la historiografía actual sobre estos temas, pero cuya segunda parte con la selección de las leyendas y los mitos es maravillosa.

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Manuel Llano Merino

Sin querer olvidarse de aquellas criaturas y dioses que moraron (y aún quizá hoy) por la geografía próxima, señalamos a uno de mis escritores favoritos, Manuel Llano Merino (siglo XX) y sus Mitos y leyendas de Cantabria (Librería Estudio), en el que el autor, con su particular estilo, desbroza y nos acerca a esos mitos. Por desgracia es muy difícil de encontrar.

En otro orden de cosas, pero continuando con la presencia de los dioses y otras criaturas, señalamos American God de Neil Gaiman. Si bien es cierto, es una novela de fantasía, aunque de difícil clasificación, bebe de estas fuentes anteriores y hace que los diferentes dioses y criaturas de múltiples panteones gocen de gran realidad.

De los espíritus y el terror

Un clásico entre los clásicos en estas noches, en especial el día 31, son los fantasmas. Ya los celtas, fueran quiénes fueran, señalaron esta noche como porosa, y así bien, para recrearnos en estos fantasma y extraños sucesos apenas explicables por la racionalidad, pero bendito sea por la sal que dan en esta vida. Y no solo sal, sino también una forma de presentar aquellos miedos que no nacen de fuera, sino que son ecos de uno mismo. Son muchísimos los libros y cuentos que se vienen a la mente, sobre todo a partir del siglo XIX y principios del XX. Sin embargo, como propuestas destacamos:

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Guay Maupassant

El hombre de Arena y otros cuentos de A.T. Hoffmann (Valdemar), que ha provisto al imaginario colectivo del terror romántico con historias de vampiros, de autómatas. Guy Maupassant: Cuentos de terror, locura y muerte (Valdermar) o La Horla y otros cuentos (Cátedra) es otro de los escritores considerados maestros de la literatura del terror en el que la locura es una de las principales protagonistas, como un elemento terrorífico, no tanto los fantasmas en sí.

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Edith Wharton 

Edith Wharton es también una interesante compañera para estas noches terroríficas. A veces traducido como Cuentos Inquietantes (Impedimenta) y otras como Cuentos de fantasmas (Alianza Editorial) los cuentos de esta autora no dejan a nadie indiferente por estipularse como perfectos cuentos de terror de fantasmas acercándose a ese género gótico norteamericano pero aportando una deje de cercanía, ya que a menudo sucedían en lugares cotidianos y a personas comunes, no solo en mansiones o en castillos. La poeta argentina Alejandra Pizarnik, La Condesa sangrienta, (Libros del Zorro Rojo) retomó e investigó la vida de la sangrienta Erzsébet Báthory, la famosa condesa húngara que cometió cientos de crímenes. La leyenda de la condesa la precede, aún más interesante aún cuando es relatada por la metáforas y escritura tan particular de Pizarnik. Y para terminar, aunque poco esté por el blog a pesar de mi gran admiración: Virginia Woolf. La escritora tiene cuentito corto llamado “la Mujer del espejo” que por su profundidad y su terror psicológico y subjetivo bien merece coronar y servir de resumen a tales oscurantismos.

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Virginia Woolf

Y a vosotros ¿qué os evoca estos días cercanos al 31 de octubre? ¿con qué lecturas os gusta pasar la noche de Halloween?

PD: *La imagen del barco  de Oseberg está extraída de un articulito con más imágenes arqueológicas:  http://irisharchaeology.ie/2012/09/the-oseberg-viking-ship-burial/

**La imagen principal es de Kilian Schoenberger, fotógrafo alemán que ha llevado acabo el interesante proyecto titulado Broothers Grimm´s Homeland. En esta serie, el autor ahonda en los paisajes evocados por los hermanos Grimm en entornos de hoy en día situados en remotas áreas de centro Europa.

Manuel Pertegaz: pasado y presente de la moda

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Que el antiguo pósito de agua de Sala Canal Isabel II de la Comunidad de Madrid se inunda de arte es bien conocido. En esta ocasión os traemos algunos apuntes de la exposición que se puede ver en estos días hasta el 26 de noviembre, y que ha sido prorrogada, dedicada al modisto Manuel Pertegaz.

La exposición se enmarca dentro de un esfuerzo que parte desde hace algunos años en el que se trata de impulsar la dimensión artística de la moda, preparando así exposiciones y diferentes acercamientos entre el público y diversas creaciones textiles. En esta ocasión, y vinculada a este hecho, parte la exposición que sirve de homenaje a uno de los modistos más universales españoles y que más hizo por dinamizar la moda y ensalzar la labor artesana que había tras ella.

De este modo, la exposición parte de un concepto clave y es la vinculación de la moda y el arte, y eso se evidencia desde el centro mismo de la exposición en el que aparece un bodegón de José López Endiguidanos (1806). ¿Un bodegón en una exposición de moda? Sí, y más pertinente aún si se parte del concepto que el bodegón o la naturaleza muertas -aunque nosotros siempre abogaremos por llamarlas stilleven, o sea, vidas quietas o “siempre vivas” como dijo Jorge Guillén-, fueron unos ejercicios formidables por parte de los artistas de mostrar técnica, y para quienes los compraron estos cuadros o los encargaron, pudieron hacer gala de su poder económico a través de la exquisiteces y riquezas económicas mostradas en los lienzos. De este modo, los textiles exquisitamente tratados por los modistas, son obras artísticas en su dimensión de diseño y por su obrar artesano; para quienes los compran o los encargan, una forma de ostentar y mostrar un poder suntuario.

La exposición se articula en tres plantas culminando en una proyección en la cúpula del pósito. En la primera y segunda planta los vestidos el protagonismo es de la alta costura y de prêt-a-porter, en sus diferentes manifestaciones: vestidos de fiesta, de cóctel, del día etc. En la tercera planta los protagonistas son los vestidos de boda. En la cúpula se verá una proyección muy especial al que luego aludiremos. La muestra se nutre de los fondos del Museo del traje de Madrid, Museo de Documentación Textil de Terrassa, aunque la mayoría, pertenecen al propio Estudio Pertegaz.

Manuel Pertegaz (Teruel, 1918-Barcelona, 2014) tuvo un acercamiento temprano a la sastrería, prácticamente podría tratarse de una historia de talento precoz, ya que, tras varios años en su es espalda trabajando con textiles, con 25 años abrió su primera casa de alta costura en Barcelona (1942) y pocos años después en Madrid (1948) en un momento en el que la posguerra Española se desarrollaba y pasaba por sus años más cruentos. Esto podría hacernos pensar en quiénes eran su público y quienes compraban sus creaciones en un momento tan complicado. De la península llegó ser reconocido en América y desde relativamente pronto se codeaba con algunos grandes nombres de la alta costura internacional como Valentino, Pierre Cardin, Balmain o Christian Dior. Su carrea fue en ascenso hasta el momento de su muerte.

La moda puede ser interpretada como expresión cultural, doblemente interesante pues por un lado la determina el público, pero por otro lado es una propia avanzada de aquellos genios creativos que componen los patrones y trabajan con delicadeza los textiles, y que influencian a su vez al público. Un pequeño ejemplo de la evolución y lo que viene aparejado la moda a lo que respecta a los conceptos respecto a la mujer lo encontramos si nos fijamos en las décadas centrales del siglo XX, pues del cambio en las vestimentas conllevan unos cambios, generales, y dentro de la sociedad capitalista y de masas, conceptuales respecto a la mujer y su representación pública. De una imagen sofisticada y rígida en las época anteriores al 1946, Pamela Golbin, señala un la exaltación de un cuerpo “sano, vigoroso, sensual, de un narcisismo provocador” llegando a redefinirse el ideal femenino occidental. Posteriormente llegará las creaciones de André Courrèges y su minifalda a la francesa (1965), momento clave para la puesta en práctica de los nuevos conceptos de la mujer moderna y la eclosión de el prêt-à-porter, o listo para llevar. Este listo para llevar evidencia, en teoría, una mujer práctica y funcional.

Regresando a Manuel Pertegaz, este supo leer muy bien estas relaciones y la evolución de la moda. Lo que es más, pudo aportar mucho en estos cambios participando activamente en ellos. Por ejemplo, a el se le debe principalmente la renovación a partir de la década de los 1970 ya que supo comprender los cambios que se operaban en la juventud que necesitaba una nueva manera de expresarse así misma a partir de la ropa pero que, según el comisario de la exposición, el modisto vio estridente. De este modo, retomando esta necesidad, comenzó a configurar diseños que encaminaran a ofrecer alternativas, dentro de la costura, a estas demandas.

A lo largo de la exposición se pueden observar numerosos diseños y creación del autor. Podía tratar y trabajar con una muestrario muy diferente de textiles en la creación de vestidos elegantes, a veces sinuosos, otra veces historicistas y clásicos, pero sin olvidar las ultimas tendencias, creando obras modernas e imperecederas. Algunas de las vestidos que podemos ver, a pesar de los de los 70 o incluso de los 80, no suponen pasados, justo al contrario, gozan de una gran actualidad.

También, gracias a sus vestidos se puede comprender el riesgo que tomó y decidió embarcarse. Creando atípicos vestidos de novia, que resultan innovadores ya sea por la elección de sus colores, como la muestra del vestido de novia de un color rosa empolvado u otro que se trata de un corte que cae como un capa.

En su creaciones que parece mirar el pasado de la moda, y que particularmente nos recuerda algunas décadas del s. XIX; nos asombró ver un vestido que bien podría haber estado por su diseño en el Museo del Romanticismo, pero que sin embargo, por pequeños detalle de la confección y la elección de los estampados, suponen una rutilante modernidad. En otras ocasiones, la unión del historicismo se mezcla con la pura sensualidad en algún vestido de cóctel.

En definitiva, unos de los objetivos de Pertegaz fue vestir a la mujer, elevar la feminidad al concepto creando vestidos que se acoplaran a la visión que este tenía de ellas. Mujeres majestuosas, sólidas, fuertes pero a la vez frágil, elegante y sofisticada. Supo entender no solo estos conceptos relacionadas con la feminidad, sino también supo entender sus líneas y formas, creando vestidos que bien se adhieren a estas.

Le vídeo que sirve de colofón sirve para ilustrar perfectamente esa plasticidad y la elegancia de Pertegaz. De 350º, el vídeo envuelve al espectador y presencia un desfile con el pasado y lo que sin duda, influye el presente y continuará estando en el futuro de la moda.

Esta exposición hará las delicias de los interesados e interesadas en moda, en alta costura. Abundan los vestidos y quizá, aprovechando la labor que tuvo como artesano y creador, podría haber sido genial poder apreciar sus bocetos y sus diseños en papel, pero entendemos que sino rompería con la narración general que tiene la exposición. La exposición viene acompaña de un catalogo en el que abundan las imágenes de excelentísima calidad y algunos ensayos como los de su comisario Raúl Marina de Diego o Amalia Descalzo.

Si la has ido a ver o estás pensando en hacerlo, puedes contárnoslo más abajo.