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En los últimos meses, la agencia Magnum Photos no deja de resonar en nuestros oídos. La última grata noticia fue que la fotógrafa Cristina de Middel, en este mismo año en el que le ha sido concedido el Premio Nacional de Fotografía, ha postulado por ser parte de esta. Además, y desde hace un tiempo, la gran Cristina García Rodero (sobre la que hablamos aquí) forma parte de Magnum siendo hasta la fecha la única representante española. A partir de ahora, quizá, De Middel pueda acompañarla.
Sin embargo, hasta ahora hemos hablado mucho de Magnum Photos, pero ¿qué es y cómo se fundó? La idea partió de cuatro fotógrafos, que encontramos en la exposición, Henri Cartier-Bresson, Robert Capa, George Rodger y David Seymour, que, tras el final de la Segunda Guerra Mundial, 1947, fundaron la agencia. Desde un principio, el cariz que tomó Magnum se basó en una presencia en la sociedad, preocupación por las gentes, lo social como bien se aprecia en Capa en sus fotografías durante la Guerra Civil Española o Cartier-Bresson. La relevancia de este pequeño grupo en la época ya era bastante remarcable, por lo que fue más fácil formar y sacar adelante Magnum Photos. Desde entonces los objetivos se fijaron en encontrar algunos de los fotógrafos con mayor talento, que formen parte de este mismo espacio y facilitarles su labor y trabajo, especialmente en la prensa. Parte de esta información consta en el panel informativo nada más entrar en la muestra, aunque, en nuestra opinión, no resulta suficiente para conocer algunos otros datos, al revés, parece casi propagandístico.
Siguiendo la estela y relevancia de la agencia, en la Fundación Canal de Madrid y hasta enero de 2018 se puede visitar la exposición titulada Magnum: Hojas de contacto. A través de casi cien fotografías y más de 60 artistas se repasa cronológicamente la producción artístico-fotográfica de Magnum. Bajo este mismo nombre, aunque en diferentes traducciones, la muestra ha ido recorriendo, y lo seguirá haciendo, diferentes partes del mundo. En el caso de Madrid, ha sido coproducida por Magnum Photos y Forte di Bard con el planteamiento de mostrar desde 1930 hasta la actualidad una serie de hojas de contacto de algunos de los fotógrafos de todas partes de la esfera terrestre más remarcables que han estado adscritos a la agencia. Así, mediante divisiones en el espacio en las salas, los últimos años los encontramos en otros dos espacios, se hace un recorrido cada diez años, mostrando una selección de seis hojas de contacto y algunos, aunque muy escasos, originales. Asimismo, debido a la organización para la separación cada diez años, la iluminación y distribución, como se indica, parece como si nos adentráramos en el cuarto oscuro de los fotógrafos, como si fuéramos a imprimir la selección de imágenes.
Pero, como habíamos dicho antes, ¿qué es una hoja de contacto? Como se muestra en el primer panel de la muestra se define qué es este objeto tan preciado por los fotógrafos. Se trata de la primera impresión de los negativos en una sola hoja, en un solo espacio. De esta forma, se puede apreciar en un solo vistazo las imágenes obtenidas en un carrete. Esta hoja de contacto resultaba imprescindible tanto para los fotógrafos que pueden seleccionar las mejores fotografías, como para los editores que corroboran o no la decisión. Igualmente, resulta especialmente curioso e interesante que los observadores de la exposición puedan contemplar estas hojas, ya que en ellas están marcadas las fotografías seleccionadas en diferentes colores por editores y fotógrafos para publicar, especialmente, en prensa. No obstante, como el visitante puede observar todas las fotografías de un solo vistazo, puede ponerse en el papel del editor, seleccionando otras imágenes, mostrando su gusto, su subjetividad. Este hecho de elección, como muestran algunos de los fotógrafos más recientes que aparecen al final de la muestra, ha ido siendo sustituido por la introducción de la fotografía digital. La hoja de contacto ha encontrado su paralelo en las carpetas de ordenador, donde mediante vistas previas en pequeño formato se cumple la misma misión y resulta incluso más barato al no tener que imprimir para poder ver, por primera vez, las imágenes.
Si nos centramos en el contenido de la exposición, el relato que muestra es sencillo, se trata de una selección de fotografías y autores. Al lado de cada hoja de contacto tenemos explicaciones del contexto en que fueron tomadas, el por qué y cómo por lo que es fácil ponerse en el lugar del fotógrafo cuando la sacó. Además de este discurso, también se centran en el avance y relevancia que cada vez ha adquirido el fotoperiodismo. Como en 1950-60 encontramos grandes nombres como la gran Inge Morath o René Burri que fueron asentando la profesión, es una palabra, profesionalizándola. A partir de los años 70 y 80 se sale a la calle, se encuentran allí las historias que contar, se atiende aún más a lo social o incluso también en las modas, como bien demostró Meiselas. A partir de 1990 se tiende a experimentar, las bases están bien asentadas por lo que resulta fácil mirar hacia lo ya hecho y reinterpretarlo, como el asiático Chien Chi Chang. Finalmente, en el nuevo siglo, lo que prima es la edición digital, el tratamiento con nuevas fotografías y la introducción masiva de las labores hechas con ordenadores.
De esta forma, a lo largo de la muestra es fácil encontrarse con imágenes que llaman la atención, que recurren a lo anecdótico, ya fuera planeado o no, como Una llama en Times Square, Nueva York, EE.UU. (1957) de Inge Morath. Resulta también repetitivo la presencia de las guerras a lo largo de la cronología que recoge la muestra, como Vietnam, los Balcanes, la famosa fotografía del desembarco de Normandía de Robert Capa, aunque el mismo concepto ya comenzara con El miliciano muerto sacada en España. A este título, se le podría incluir las imágenes sobre acontecimientos políticos, como las relacionadas con Kennedy o los mayos del 68, especialmente el parisino. Todas estas responden a la teoría del fotoperiodismo del pasado y a la frase, repetida en infinitas ocasiones de Cartier-Bresson, del instante decisivo. Gran parte de las fotografías reproducidas podrían ser encuadradas bajo la premisa anterior. Así, todas estas clasificaciones son lo que se denomina en la exposición como imágenes icónicas, dejando de lado, aunque en los últimos años son más remarcables, la búsqueda de lo artístico, como se refleja en una gran muestra de retratos o los deseos de capturar el movimiento. Mientras que algunas fotos resultan ya conocidas para el gran público, otras se dejan conocer, admirar y contemplar. No obstante, también se echan de menos algunas de estas imágenes icónicas , como la de Jan Rose Kasmir en 1967 donde la protagonista del encuadre protestaba ante el ejército con una flor.
A modo de conclusión, recomendamos a los amantes de la fotografía pasarse por Magnum: Hojas de contacto ya que, a pesar de encontrar principalmente reproducciones de fotografías y hojas de contacto, se deja que los espectadores interactúen, que sean ellos los que acerquen la lupa (a veces un poco manchada) a la selección de fotografías, que lean o no la información, que se dejen llevar por los retratos, sus expresiones, por las series. Además, resulta, al menos para nosotros, la perfecta ocasión de conocer nuevos autores internacionales, conocer su trabajo, ser una primera aproximación o una excusa perfecta para volver a revisitarlos.
Imágenes: © Fundación Canal