Etiquetas
Elena Fortún, Encarnación Aragoneses de Urquijo, escritoras, escritura y biografía, la autora de Celia, lesbianismo, Libros, literatura, Literatura siglo XX, literatura sobre emociones, literatura sobre lesbianismo, María Jesús Praga, mujeres escritoras, mujeres escritoras del siglo XX, mujeres lesbianas en España, Nuria Capdevilla-Argüelles, periodistas, Renacimiento, reseñas
“-Mi madre me decía que yo era un fracaso constante- continué-, y así ha sido. Fracasé como mujer, y como esposa…fracasé en la maternidad, fracasé en el arte.
-Eso es lo que está por ver- dijo Julieta-, En tu vida sentimental has seguido, o te han hecho seguir, caminos equivocados, pero en el arte, has comenzado tu sola en una edad en que ya se sebe lo que se quiere—Entra ya en el sendero que hasta ahora ha estado oculto…y pisa con pie firme, aparta los obstáculos que te impiden (…)”.
No he leído las diversas aventuras de Celia, y apenas supe de su existencia, que fue antes que a la de su autora, hasta que llegué unas clases de Historia de la Edición en España hace unos años en a la Universidad. La figuración que tenía de esa tal Elena Fortún fue de una autora infantil que creó un personaje que fue muy querido: Celia. Por fortuna, ese desconocimiento y esa falsa creencia fue haciéndose más pequeña a medida que la reedición de sus libros, así como el rescate de la autora, fue incrementando, y yo creciendo. La pluma de Elena Fortún, o lo que es casi lo mismo, Encarnación Aragoneses de Urquijo, continúa moviendo el engranaje de la industria editorial, y lo que es más, su personaje y su vida más cercanos a sus lectores.
Encarnación Aragoneses de Urquijo (1886-1952) fue ampliamente conocida bajo otro nombre con el que firmaba indistintamente con el suyo oficial: Elena Fortún. La elección de su pseudónimo parte de un libro que escribió su marido Eusebio de Gorbea, en el que el/la protagonista, Elena Fortún, va cambiando de sexo durante mil años, algo que nos recuerda enormemente al célebre Orlando de Virginia Woolf. Para saber elementos de su biografía, no hay mejor que sumergirse en los recientes libros publicados, en especial el que tenemos hoy con nosotros, Oculto Sendero, biografía novelada, en la que a partir de una ficción se despliega ante nosotros una de las realidades posibles de la autora de Celia. Del mismo modo, en ese libro, aparece un relato de una España pasada, de lo que supuso ser y sentirse como una mujer vanguardista, escritora y lesbiana. Aunque, para mí, es sobre todo el resquebrajarse por dentro y finalmente tomar conciencia de uno mismo. Por lo tanto, y leyendo con atención el estudio preliminar de Capdevilla-Argüelles, es sencillo ver los hilos conectores entre la vida de Encarnación y de la protagonista de Oculto sendero, y no es descabellado, también, ver los conectores de lo que debió sentir y las explicaciones de la propia autora de si misma.
La génesis de esta obra fue un trato entre la autora y Matilde Ras ya que ambas escribirían un libro y se lo intercambiarían. Elena Fortún acabó el manuscrito, lo pasó a máquina, posiblemente en Argentina, y antes de morir se lo entregó a su cuñada con el deseo de que se quemase. Sin embargo, eso no ocurrió, quedándose ese manuscrito, junto con la versión de Celia en la revolución escrito a lápiz, con su cuñada en Estados Unidos. Muchos años más tarde, la investigadora Marisol Dorao, tirando de diversos hilos para completar su investigación sobre Elena Fortún -que, por cierto, puede leerse en: Los mil sueños de Elena Fortún, Universidad de Cádiz, 2016-, se topó con estos manuscritos. El de Ras no se ha encontrado. Oculto sendero, recientemente, se ha editado a cargo de Nuria Capdevila-Argüelles y María Jesús Fraga para le Editorial Renacimiento. A esta edición le acompaña un buen prólogo de Capdevila-Argüelles, profesora de Estudios Hispánicos y Perspectiva de Género en la Universidad de Exeter (Inglaterra) que oscina entre la erudición, divulgación y apasionamiento por la autora.
En Oculto Sendero, María Luisa Arroyo, la protagonista, nos cuenta lo que fue su vida, comenzando con su infancia, hasta llegar a la situación actual en la que la protagonista nos relata. En realidad, recordemos que no es que “nos” relata, sino que se lo relata a Matilde Ras y a ella misma. Es una literatura íntima, que no se pensó en poder editar o que saliera a la luz, salvo la que Elena querría fuera: la luz del fuego, pues lo mandó quemar. Viendo el tono general, parece una autexplicación: una explicación de su vida, a la par que una explicación de sí misma que intenta buscar los motivos o bien los síntomas de su no normaldiad, de su elección por elegir un sendero que estaba oculto en contraposición con el gran camino que intento transitar, pero cuyo sufrimiento era el más alto de los precios.
Así, asistimos esa vida desde la infancia de una niña vital, imaginativa, algo exagerada, inocente, desvinculada, en apariencia del mundo en el que vive, y la certeza de que el camino que le indica la sociedad y sus padres no es para nada el que deseaba. Una sociedad de comienzos del siglo XX y que más o menos al finalizar la novela estaríamos aproximadamente en la época de la II República, quizá poco más allá de la fecha en que se aprobó y entró en vigor, la Ley de Divorcio en del 1932.
Muchos caminos de la mujer en ese tercio de siglo XX era el Matrimonio (en mayúscula, ya que era el camino imperante), aunque existían diversos pequeños caminos escondidos, pero señalados como inmorales y desde luego nada recomendables, aunque cada vez más transitados, sobre todo en algunas décadas concretas y en ciertos territorios geográficos. La represión social y las reglas incluso escritas desde tratados que indicaban como ser una excelente madre y esposa, y que a su vez señalaban la normalidad, mostraban cual era el camino honrado para la mujer, al igual que tipificaba sus deberes y obligaciones, en letras mucho mayores y menos equivocas que con las que escribían sus derechos. María Luisa veía estupefacta cómo algunas de sus amigas echaban a andar por ese camino con gusto, otras con algo de miedo, pero sabiéndose en cumplir una gran tarea, y como conseguían tolerar las peores situaciones con ingenio y con hipocresía.
María Luisa al final intenta ese gran camino mayúsculo de la mujer, creyendo, tras presiones y luchas denodadas contra su madre, que elegía el mejor candidato posible: un joven pintor que la valoró de joven. Sin embargo, no fue así, y la historia de ese matrimonio es, con pequeñas mutaciones, el mismo que posiblemente padeció Elena Fortún. De este modo, los sueños y las aspiraciones de María Luisa quedan cercenados. Para sobrevivir, crea un jardín interior. Decide replegar su verdadero yo al interior de sí misma, a un jardín donde sí que podría cultivar su verdadero ser, verter sus opiniones, inclinaciones y aspiraciones. En definitiva, guardaba para sí, aquello que luchaba salir por el exterior. Se construyó un refugio. Pero como todo refugio, no sirve infinitivamente para guardarse de la tempestad y el sufrimiento.
La trama del libro se va desarrollando, y tampoco queremos señalar todo lo que ocurre, de hecho incluso recomendamos dejar para el final el prólogo de Capdevilla-Argüelles, pues creemos que en el valor literario de la obra así lo merece. Aún así comentaremos un par de cosas generales sobre la obra, aunque sabiendo que dejamos mucho por mencionar, como el modo en que se representa la masculinidad, como se retrata la infancia, la contraposición de esa Castilla mística y esa Tenerife exótica…
Antes se ha mencionado que esta obra podría resultar como autoexplicación de sí misma para sí, y también para Matilde a través de María Luisa. Pero también es la descripción de ese oculto sendero en el que transita, en el que otras mujeres también caminan. De esa etapa del jardín interior, o ese exilio mental, finalmente aquello que era, se va desplegando fuera de su bóveda craneal, utilizando el imaginario poético de Emily Dickinson. Y, poco a poco, a ciegas, y con experiencias con otras mujeres vanguardistas, así como algunos primeras experiencias sexuales o amorosas con otras mujeres, nuestra protagonista se descubre así misma. Pero también, al transitar ese oculto sendero, supone no solo el dolor de enfrentarse a la normalidad, sino también es dolorosamente intrínseco ya que la decepción también están presente. La elección del oculto sendero al menos, es más libre, y al menos, puede ser, sin genero de dudas, creadora de sus propias obras.
“-(…) Miguel Ángel, Rafael, Leonardo da Vinci… las cumbres del arte no se casaron…Es que el artista lleva en su cerebro y en su alma comprendidos los dos sexos, en un extraño hermafroditismo capaz de crear…(…)”.
Dentro de esas autoexplicaciones, está la explicación de la homosexualidad. En la obra, la percepción sobre esta es la que imperaba en los ambientes modernos que transitaba la autora y parte de sus propios pensamientos y las teorías de su sociedad. La homosexualidad aparece como una configuración de un tercer sexo, entre el hombre y la mujer, donde caracteres de ambos sexos están entremezclados y para el caso que nos ocupa, especialmente en los artistas. Estamos ante la teorías también de los invertidos y en España de los ensayos de Marañón respecto a estos temas. Se revela así lo que en nuestra época llamaríamos, generalmente, una confusión entre género y sexualidad. Así María Luisa, o Elena Fortún, da pinceladas que reconstruyen aquellas pruebas de que ella tenía elementos del sexo opuesto lo que podría explicar su inclinación a la mujer u a otro modelo de vida: que jugaba como un chiquillo, que le encantaba llevar blusas (por no decir que deseaba la camisa), su entusiasmo y felicidad al llevar un traje de paje masculino de joven, o como, siendo adulta, vestía de un modo masculino que la hacía reconocible a otras mujeres vanguardistas y homosexuales. También aparece la función del médico, como garante del orden que explica esta homosexualidad como un desorden mental al que se deriva al psiquiatría quien podría reconducir y parar la “inversión”. Una nueva enfermedad moderna, para el nuevo médico moderno. Por otro lado, María Luisa va experimentando el amor hacia otras mujeres, pero no nos llevemos a engaños o manidos tópicos, no porque sea amor entre mujeres, se está a salvo de las relaciones de dominación, de poder y sufrimiento, y así se expresa la portada de la novela, como bien podemos observar, en el que una mujer sufre y la otra mira altanera.
El oculto sendero no es sólo el del homosexual, sino también la aceptación de ser una de esas mujeres de lo que denomina moderna y que hay varios tipos de feminidades: en el sentido estético, en la independencia, que ganan su propio dinero a través de su trabajo, y en este caso, del trabajo artístico, una mayor libertad sexual o al menos de conocimiento de sus sexualidades. Se podría decir que adelantada a su tiempo. Pero personalmente no creo que alguien se adelante a su tiempo, sino que está en ese momento y por sus características propias, sensibilidades, valentía o causas que aún no conozco, se configuran como un aparente adelanto, cuando son una tensión y un reto para la sociedad hegemónica en la que viven, pero de la que unas décadas más tardes sería una normalidad, o al menos se intenta. Estas figuras vanguardistas son las que crean los futuros que hoy son nuestros presentes a partir de sus obras, resultados de sus luchas. Y tampoco creo que crezcan espontáneas en un erial, sino que beben de raíces profundas de también otros tiempos ya pasados.
En cuanto al estilo literario, creo que su escritura es sencilla, directa, con un estilo muy particular, que a veces entrechoca con la dureza de los sentimientos y la vivencia de la protagonista, que nos deja anonadados y casi doloridos, no tanto por cómo lo ha escrito, sino por observar a lo que hace referencia y a lo que está sucediendo, y lo que de hecho, bien pudo suceder en la vida de la autora, o el de tantas otras personas. El libro no hay apenas lugar para felicidad o el optimismo, sí hay alternativas, pero no felicidad. Casi se desea a lo largo de las páginas que la suerte de Fortún cambie, que tenga alguna recompensa por tanto padecer y tanto luchar.
Esta obra se ha editado y se está leyendo por primera vez en el presente, en un tiempo en el que se demandan las recuperación de las voces femeninas que han sido silenciadas por diferentes motivos, o de las que se sabía y se leía en una clave más o menos popular, pero cuyas figuras personales así como otros de sus escritos, aún han permanecido desconocidos. Estos son, amén del valor literario intrínseco que dependerá de la habilidad de cada autora, un testimonio vital tanto individual como casi colectivo de la mujer, en este caso concreto de autoría y homosexualidad. Son como depósito de memoria de todas esas mujeres vanguardistas y para el movimiento feminista o en general para la sociedad, pues muestra unas realidades que no se pueden ignorar, al igual que un sentir y una lucha por el descubrimiento de uno mismo y por transitar aquel sendero. Lo que es más, no puede haber una historia de la literatura y de historia de la escritura completa sin las figuras que formaron parte de estas en el pasado.
Lo que sin duda, Elena Fortún es presente, y su nombre trasciende a Celia. El intrincado laberinto emocional y los senderos que transitó la escritora es poco a poco cada vez más público. Bien se debe a las ediciones de la Fundación Banco Santander de Corazón y Alma de Elena Fortún y Carmen Laforet en el que aparecen las cartas que se intercambiaron ambas autoras. También de esta misma editorial presentó en 2017, El Camino es nuestro de Elena Fortún y Matilde Ras. También destacamos los muy recientes de la Editorial Renacimiento de Celia en la Revolución (2016), El Arte de contar cuentos a los niños (2017), por no hablar de las reediciones de Celia en el 2015. Paralelamente, Alianza Editorial también se encuentra reeditando a Celia en estos últimos años, al igual que le Editorial Espuela de Plata.
Acompañar a María Luisa en este oculto sendero es transitar por el interior de ese jardín que ocultaba la protagonista, y quizá de la propia Elena Fortún. Acompañarla a sus desgracias, su sufrimiento. Es un testimonio doloroso de un pasado, pero no deja de ser un ánimo a todos aquellos a quienes les llama un oculto sendero, porque ya nos dijo Fortún el libro estaba dedicado a:
“A todos los que equivocaron su camino….
y aún están a tiempo de rectificar.”
Título original: Oculto Sendero
Autora: Elena Fortún o Encarnación Aragoneses de Urquijo
Editorial: Renacimiento
Año publicación: 2016.
Edición: Nuria Capdevilla-Argüelles(también su prólogo) y María Jesús Fraga